sábado

Te servís un vaso de leche tibia y lo dejás en la mesa. Te sentás y lo mirás con mucho cariño pero no lo tomás porque no es lo que querías. Escuchás gritos afuera pero no salís a ver porque estás jugando a la play, y solo ponés pausa para mirar el vaso de leche esperando sobre la mesa. En una de esas entra por la ventana un ciego pidiéndote un balde de agua para la gente que se está carbonizando afuera. Le decís que por favor espere porque misteriosamente tenés una jeringa en el antebrazo y aunque él no pueda verlo es muy importante que termines la transfusión de sustancias. El ciego se sienta en la puerta a esperar a que salgas con el balde de agua y de repente se le tira encima un camión con acoplado, del que se bajan un par de negros gritando que son todos putos. De repente te encontrás en tu propio living con el bowindow destruido por un ciego y con los restos de cuerpo del ciego destruido por el camión con acoplado. Agarrás las partes del ciego y las dejás sobre la mesa al lado de la leche, las mirás y se te ocurre cocinarlas al vapor, y aunque te da náuseas y vomitás mitad en el ciego y mitad en la olla, metés los trozos de ciego y los revolvés con una sonrisa maléfica. Lo dejás un rato en el fuego mientras escuchás el noticiero más pedorro de la radio más pedorra que te comunica que hubo un choque múltiple en la puerta de tu casa pero que no se encontraron rastros de muertos ni heridos, tampoco de gente carbonizada ni negros color carbón, lo cual te tranquiliza porque no vas a tener que hacerte responsable de llevar el cuerpo del ciego a la morgue. Sentís un vapor verde que sale de la estufa y recordás el ciego. Llamás al perro para que ponga la mesa y te servís una buena porción de hígado y le ponés con poca emoción la leche que habías dejado reposar convirtiéndola en una salsa espesa. En esa entra un hobbit por la chimenea y cuando te das vuelta para verlo está muerto porque cupido le dio con una flecha en el medio de la frente. Te parás y lo ves apetitoso así que le hacés un tajo profundo para que absorba los jugos del ciego, lo agregás a la olla y te frotás las manos como una mosca esperando a deleitarte con sus pequeñas piernecitas.